Con el alma plena de la alegría que nos da el saber y sentirnos protagonistas de la historia, escribo estas palabras. Soy mujer, chavista, humanista y, sobre todo, una trabajadora incansable de la cultura. No es un trabajo; es una militancia que me ha enseñado que la cultura no es un adorno, sino el cimiento vivo y palpitante de la revolución.
Estoy convencida de que es la cultura, en su sentido más profundo y transformador, la que garantiza la base ética para la construcción de nuestro anhelado Gobierno Comunal. Es ella la que siembra los derechos, cultiva los deberes y fundamentalmente, promueve los valores que deben apuntar siempre al respeto mutuo, la empatía, y la evolución hacia una sociedad más justa y profundamente humana.
Al mirar atrás, vemos que la Patria Bolivariana se ha forjado a golpe de participación popular y de procesos constituyentes que han marcado, con fuego sagrado, nuestra soberanía. Recordamos con fervor la Constituyente de 1999, impulsada por nuestro Comandante Eterno Hugo Chávez Frías. Aquel fue el primer gran acto de refundación nacional, un quiebre histórico donde, por primera vez, el pueblo fue convocado a escribir su propia Ley Fundamental, naciendo así la Constitución más avanzada y humanista de nuestra historia.
Luego, la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017 vino a reafirmar la vía de la paz y la democracia participativa, defendiendo la República frente a las amenazas y profundizando el carácter social y de justicia de nuestro Estado.
Cada uno de estos momentos ha sido un escalón necesario en el desarrollo sostenido de la Patria, demostrando que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo. Y ahora, estamos en la génesis de un nuevo hito: las Asambleas Comunales rumbo a la Constituyente del Movimiento Social Cultura. Este proceso no es menos importante, sino que es la consolidación orgánica y sectorial de todo lo avanzado. Si las constituyentes anteriores fueron el armazón de la casa, esta asamblea es el alma y el color que le da vida.
En estas asambleas recientes, el pueblo cultor se reunió en sus salas de autogobierno para deliberar y definir el destino de su sector, inyectando la sabiduría popular en la arteria de la planificación nacional.
La importancia de estas Asambleas Comunales radica en su carácter de democracia directa y protagónica, llevando la decisión al espacio más cercano: la comunidad, la comuna. Es aquí donde la gente que hace, crea y sueña en el barrio, en el campo, siente que su voz no solo es escuchada, sino que es constituyente.
Esta metodología asegura que el desarrollo no sea una fórmula fría, sino un proceso vivo, orgánico y adaptado a nuestra diversidad territorial y cultural. Estamos construyendo una patria que se mira en el espejo de su propia gente.
Es verdaderamente increíble y satisfactorio ver la voluntad y la entereza de nuestros cultores, artistas y creadores en participar en este nuevo paso hacia la construcción de la Patria Comunal. Nos movemos con esa alegría característica del venezolano, esa chispa que nos hace celebrar mientras construimos, debatir mientras cantamos. Cada asamblea, cada propuesta, cada debate ha estado marcado por la pasión y el compromiso. Hemos dado una respuesta afirmativa, contundente y creativa al llamado de nuestro Presidente, ratificando que la cultura es la vanguardia ideológica y moral de nuestro proyecto. La Patria Comunal no puede ser sino la Patria Cultural.
Nuestra tarea no cesa. Es un proceso de liberación continuo, de crear y recrear nuestra independencia cada día con arte y conciencia. En este camino, debemos recordar siempre el espíritu que nos guía, ese que forjó la libertad de todo un continente. Porque como nos enseñó el Padre de la Patria, Simón Bolívar: “La libertad es el único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres.”
Y para nosotros, la libertad también se construye con pincel, con verso, con danza y con el debate profundo en nuestras asambleas comunales.
Sigamos sembrando la cultura liberadora.











T: Karen Millán
F: Cortesía

