Prensa MPPC (09/07/2023).– Existe una discusión aún abierta acerca de la función social del arte. Discusión en la que pareciera que todas las opciones son válidas. Arte utilitario, arte para el entretenimiento, arte realista y tantas otras posturas dignas de llenar páginas de ensayos multidisciplinarios.
Incluso para cada propósito existen diversas maneras de presentación de la obra artísticas y aquí es donde quisiéramos detenernos, al menos en lo referente a dos opciones desde las cuales el artista toma la decisión de presentarnos el relato y que se nos antoja definir como arte para complacer y arte para remover.
El cine, siendo arte e industria presenta, por una parte productos que buscan captar al espectador-consumidor y para eso crea, o recrea historias con las que moldea gustos haciendo previsibles incluso los relatos más controvertidos, porque una historia puede impactar pero al final debe dejar al espectador complacido.
Por otro lado hay un cine de autor que excepcionalmente se cuela en la industria a pesar de que no sigue la receta. Es un cine que mueve alma y conciencia sin hacérselo fácil al público porque lo involucra en el relato.
En nuestro cine venezolano de los últimos años encuentro dos obras que representan ese cine por razones distintas. “La canción de la Sombra” de Roque Zambrano es una película que no le ofrece al espectador ningún asidero de la lógica comercial, lo mueve desde el ámbito de la poesía, es decir desde lo más profundamente subjetivo dejándole más preguntas e inquietudes que respuestas.
“Especial”, de Ignacio Márquez presenta una historia con un relato más convencional, en apariencia, pero que sutilmente nos conduce hacia un final que creemos adivinar pero que da un giro para sorprendernos y colocarnos en la compleja dimensión de lo real. Hay que verlas.
T/ Ignacio Barreto
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