Prensa MPPC (6/08/2022) Su juvenil vigor, la clara dicción y potente voz jamás revelarían que Dilia Wuaykarán lleva 57 indetenibles e incansables años en escena, cumplidos el pasado 19 de mayo.
Este viernes 6 de agosto estará interpretando, dentro de la programación del Festival Internacional de Teatro Progresista, su emblemático monólogo de Manuela Sáenz, escrito por Vinicio Carrera.
Dos citas en un mismo día, la primera a las 11:00 de la mañana y la segunda a las 3:00 de la tarde, en el Teatro Principal, ubicado en la esquina Noroeste de la Plaza Bolívar en la ciudad de Caracas.
Revolucionaria y militante comunista desde su juventud, hace del teatro y su actuación la indiscutible pasión transformadora que la mueve. Es integrante del Estado Mayor de La Cultura, equipo colegiado de intelectuales y artistas, concebido para contribuir a definir y defender las políticas culturales del Estado venezolano
-¿A qué crees que se deba la denominación de “progresista” que se ha dado a este festival 2022? ¿Existe algún teatro que no sea progresista?
-Depende del ángulo desde el que se mire. Una cosa es el progresismo del avance positivo, del incorporar al público en lo que quiere decir el autor y transmite el actor. Ese es un teatro que, a mí, me parece sumamente importante. El teatro donde el ser humano va a encontrarse con sus propias realidades y, allí mismo, se le puede presentar la oportunidad de confrontar esas realidades.
Puede presentarse le la oportunidad de dimensionar cómo salir de algunos conflictos que tenemos los seres humanos. Porque nosotros, todos, tenemos aristas psíquicas y espirituales, desde nuestro pasado, desde nuestros ancestros, de las vidas pasadas, de la infancia, la crianza… tomando en cuenta que somos -la gran mayoría de los venezolanos- con conflictos de paternidad, hijos naturales y de hogares humildes. Es así como yo entiendo a ese tipo de teatro progresista, surgido de allí, de esa realidad, y donde se está incorporando, al hombre y a la mujer, a dimensiones diferentes. Y con este lema del Festival: “¡Qué sea Humana la humanidad!”, en voz de Alí Primera, a mí me parece que le viene de perlas.
-Pero también el mismo Alí nos exhorta, a través de su canto, para que no nos dejemos engañar cuando se nos hable de progreso porque nos quedamos flacos, mientras que los explotadores aumentan de peso.
-A mi eso también me llamó la atención y tuvimos un pequeño intercambio de ideas, el mismo día cuando estuvimos haciéndonos las fotos promocionales, porque a mí me da mucho miedo que confundamos los términos, porque somos muy amigos de ello y frágiles ante las provocaciones interesadas y mediáticas del explotador, del enemigo, generalmente a propósito. Muchos lo tomarán por el lado que es y otros lo tomarán acomodaticiamente a lo que les va a convenir. Yo creo y sigo creyendo en la humanidad, en la gente, pero “de que vuelan, vuelan”. Por eso, en resumen, hay que ser muy cuidadoso con esa terminología.
-Entonces ¿Hay un teatro que no sea progresista, en Venezuela?
-Yo considero que un teatro que se basa en vulgaridades, que vanaliza, va en desmedro de nuestros valores y de la humanidad, atenta contra nuestra moral y espiritualidad.
Dilia conversa a partir de sus valores y de las enseñanzas recibidas, desde niña, por Petra Alejandrina Rojas, su madre, artífice de una digna visión de vida que ella defiende en todos los actos de su vida. “Con ella aprendí a valorar la abundancia y no hablo de carencias ni cosas parecidas. Yo nací a la orilla de un camino real, en una casa de bahareque, con piso de tierra y techo de tejas, sin ventanas, sin puertas y con una chivita en el patio, atada a una mata de ponsigué y a la que mi abuelita ordenaba para prepararme el tetero con una cosa que llamaban pericaguara, un alimento muy completo, proveniente de una planta que nos regala la naturaleza”, dijo.
-Toda la gente que te conoce, te sigue en el teatro y te aplaude, identifica tu actuación con obras de corte histórico. ¿Por qué has privilegiado esa temática en tus trabajos?
-Yo hice, por primera vez, el personaje de Manuela en una película de producción francesa–venezolana, titulada “Los últimos días de Bolívar”, en 1975. A Bolívar lo encarnó, entonces, Eduardo Gil. La locación escogida fue la Quinta de Anauco, en San Bernardino (Caracas). Entre las adaptaciones y maquillajes, a mí me ponían un moño que pesaba cinco kilos, con pelo natural. Manuela fue un personaje con quien yo tuve contacto desde muy niña. Ella fue la heroína latinoamericana por excelencia, pero la oligarquía la castigaba con el ostracismo. Fíjate que la película no la pasaron acá, porque las encopetadas “damas bolivarianas” se opusieron porque argumentaban que cómo era eso que iba a aparecer la amante. La película se pasó en 52 países, pero aquí no. Hasta en Colombia, dónde me llamaron y me hicieron una entrevista. Colombia, que es el país de la godarria, la proyectó.
Entonces, yo amo a mi país y lo amo con mis entrañas, con mis vísceras, con la sangre y la defiendo cada vez que la maltratan, dicen cosas de ella y meten a todo el mundo en el mismo saco y se olvidan que somos nacidos de la mejor patria del mundo. Entonces, como yo amo mi tierra -yo soy una mujer terracota- a mi naturaleza, que defiendo, el campo, con mi rancho de bahareque y mi esencia, porque así he sido y soy muy feliz. Yo tengo 66 años en esta lucha, desde los 19, fui sindicalista, luchando con los trabajadores, soy una mujer del pueblo, entonces yo tengo que irme a los del pueblo. Yo no puedo irme a la oligarquía y cuando uno es del pueblo, está en el pueblo.
¿Y quiénes están en el pueblo?… Zamora con sus soldados. Manuela que deja todo y se va detrás de un hombre a caballo, soldado perseguido y abnegado, echándole pichón. Ella se va, deja sus riquezas, la cortesanía y sigue a quien solo le podía ofrecer un sablazo o un pistoletazo en medio de sus batallas y las estrellas y el suelo. Ese es un personaje apasionante y yo soy una mujer de pasiones, por eso me identifico con ella y con mucho orgullo la encarno. Me encanta la historia de mi patria y, totalmente identificada con ella, me encargo de divulgarla, de darla a conocer, de hacerla visible en todos los escenarios posibles.
T y F : Prensa FITP